La sobre-producción literaria que ha traído como consecuencia la era Internet es una muestra de que el mundo se cultiva cada día más, de que la literatura se emancipa de complejos semánticos y estatutarios y de la importancia del pensamiento para el desarrollo humano contemporáneo. Pero por sobre todas las cosas, es una muestra saludable de la democratización del conocimiento sano y estructurado que aportan las escuelas modernas, a quienes se interesan.
Pero eso si, primeramente y afirmo que para hablar no me baso en puntos de vista primarios, ni en romanticismos exacerbados, ni en creencias propias, o inculcadas. Todo lo contrario, estudio y leo a diario lo que se dice sobre el tema desde tiempos inmemoriales, ya que como escritor varios de sus criterios me son tan inherentes, e importantes, como estos lo son para los profesionales del sector, quiero decir, los editores y libreros. Quienes dicho sea de paso, no tienen toda la razón y son más bien la culpa del declive atroz del mercado literario.
Y no me quedan dudas, yo sigo siendo un defensor del libro como un producto profesional bien pensado y tan acabado como los mejores espejuelos y zapatos. Sin distinción de marca y sin exclusión de romanceros por poeta y viceversa. Ya que es evidente que lo que debe constar es la ambición e implicación profesional y social del autor. Y no su efímero y exhibicionista, o largo y fructuoso pasaje por las letras. Ya que sea cual sea el genero literario abordado, lo importante es que el libro aporte lo que de el se espera. Que sea ameno, lucido y sobre todo practico. Y no, aunque bonito, el recuento narcisista de los avatares personales de un personaje real dado, a la búsqueda de reconocimiento y de peopolización de su ombligo. Se base este en quien sea, sobre todo cuando se trate de el escritor mismo puesto al desnudo, sin pudor, ni pulcritud.
Y creo que no hace falta mencionar el titulo de cada desgracias que se vende en estos tiempos. Ni la glamurización del texto como objeto glorioso para el < QI > seleccionado por los magnates del comercio literario, que prefieren y priorizan las ligerezas comerciales, antes de la profundidad de lo escrito. Y quienes solo se interesan a los dividendos y nunca a lo que esencialmente muestran al pueblo, en términos generales y en literatura, culturalmente hablando. Reitero y prosigo, ya que son solo ellos quienes deben ocuparse de encontrar la formula que dinamice el mercado del libro y no lo escritores, que cumplen con su parte.
Un manuscrito literario debe comportar en su entretelado la creación estilística original del autor, no importa el tema que toque, solo interesa que este sea apropiado y se ajuste a los criterios universales de lectura. La reproducción explicita o metafórica de las imágenes, convertidas cuidadosamente en lenguaje. Y el análisis profundo de las diferentes ideas expuestas, para que justamente, el libro no devenga un panfleto de crónicas memoriales. Ni un objeto para ser citado como norma, solo por mencionarlo y recalcar que lo han publicado.
– Si no que un instrumento de cultura general, noble y digno, resumido en arma para el individuo que lo lea y en ciertas gracias para el autor, por no pensar solo en el mismo.
A mi manera de ver la visión común no puede faltarle a un manuscrito, ese bis necesario de crudeza, de verdad y de realidad humana vital, de enseñanza y ante todo de construcción social. Porque un libro cuenta leyendas, que en todos los casos hacen parte de la historia general que a todos nos interesa, porque común y llanamente, vivimos.
Poetas, escritores, literatos, escribientes, soñadores, sigamos haciendo lo posible para que cada lector encuentre por lo menos un trozo de letra que describa un pasaje desconocido de la existencia, el desenlace de muchas vidas y las experiencias adquiridas, como lemas para revitaliza la escritura. Y no sigan sumiéndose al torpe defecto del liberalismo literario, al chovinismo y al exhibicionismo, al que igualmente por oportunismo lucrativo los han acostumbrado las editoras y libreros. Para finalmente, al diablo venderlos, exponiéndolos luego a la critica decadente de estos tiempos, a cambio de fortunas pirricas, por ello.
Yo voto por los escritores que enseñan que se puede, no por quienes demuestran que temen el no ser comprados si no escriben comercialmente y según las modas. Ya que todas las editoriales y los libreros deben trabajar para venderles y no exigir de ustedes sus propios deberes previstos de antemano, profesionalmente hablando, he dicho.
Tony Cantero Suárez – El Idílico Existencialista – Los Susurros de Cantero – Copyright 2014
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