– Me he despertado indeciso mirando al techo aún dormido,
reverberando remedios volviendo de un sueño critico perdido.
‒ ¿Y me pregunto aturdido, donde es que he visto tu signo?
– ¿En cuál lugar estuvimos tu y yo sobre el mismo piso, con
cual de mis tantos huesos te apareciste en mi limbo a retraerlo?
Casta y vestida de hilo, tu excitada y yo enfermizo, tu
abejeando y yo a mi ritmo hasta que nos derretimos en coitos
y viviéndonos. Las copas llena de tinto para endulzarnos el
frio invierno, con la miel por cada nervio brotando de nuestros
adentros místicos, hasta quedarnos vacios, acostados y rendidos.
– ¿En qué reducto de lecho besaste estos labios míos, con
deseos, sin sacrificios? ¿Fue en los bajos de un edificio, en las
penumbras bajo un pino, o en las alturas del Olimpo donde
te ericé el ombligo consintiéndotelo? Yo te he visto, yo te he
visto abrir tu boca y darme mimos, lo reitero y lo confirmo.
‒ ¡Pero no sé si fue en sueños, o en una fiesta entre amigos!
– O en un delirio divino consumado cual idilio, en morbo
resplandeciendo, tejiéndonos en ovillos y cuales novillos tímidos,
batiéndonos por el ruedo. Yo enredado en tu vestido y tú con tu
pecho abierto, mientras me sentías volviendo, cual guerrero al
paraíso de los cuerpos que al llover caen encendidos en un cetro.
‒ Y que al morderlos gotean muriendo, en el fondo de un pozo ciego.
– Con las uñas enterradas en el pecho y con mis dedos por tus
adentros infinitos, al superlativo gélidos como la nata del queso.
– ¿Donde encontraré vestigios de algún encuentro fortuito, de
algún momento vivido solos los dos ofreciéndonos, por nuestras
pieles lamiéndonos y en la elegancia del rito pervertidos. Con
la intensidad de un sismo que hacía temblar los calderos,
mientras la tierra ardía en fuegos y tu y yo dábamos gritos.
– ¿En cuál ventana observando los tortolos por los aleros y los
gatos negros corriendo por los tejados del pueblo, alguna noche
estuvimos? Porque yo sé que lo hicimos y que nos colmamos
los vellos en el delta de algún rio, a las afueras de un pueblo,
donde se bañaban los atrevidos y los enamorados ebrios…
‒ Y en miel en cera los vertimos, exhibiéndonos sin conocerlos.
No es un capricho y no insisto para escribirte unos versos que
te seduzcan con juegos, nunca yo he sido tu amigo, pero si sé
que te he visto y que hicimos un acuerdo sempiterno, al
despedirnos sonriendo y sin aliento. Cada cual por su camino,
recuerdo que lo presentimos, inspirándolo con el pensamiento.
– A olvidar que nos quisimos y que solo fue un momento
placentero, como los encuentros fortuitos de los bohemios.
– Por eso sé que te he visto, amando intenso, abrir tu boca
y darme mimos; y me he visto acariciándote en el cuello…
‒ Y decirte adiós corriendo, llorando bajo un aguacero…
– Pero hoy he despertado amnésico buscándote donde nada
encuentro; y aunque tu busques sin candor humea tu ejemplo.
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sanación en Cristo
Poesía, relatos, novela romántica y otras hierbas. Graciela Giráldez
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La literatura es la mentira en la que más creo.
Muy bueno tu poema, yo soy cubana, tenemos un grupo recien comensamos aun no estamos conformados,queremos publicar, todavía no, somos cuatro dos Cubanas una Ecuatoriana y un PortoRiqueño si no tienes a menos contestame
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Hola Ofelia, muchas gracias por tus palabras. No entendi bien lo que me quisite decir. Porfa escribeme a canteronataf_cuba@hotmail.com y cuentame con calma de que me hablas. Besos y abrazos para ustedes. Tony
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