A un hombre todo hecho polvo vi rogando en su calvario,
sin voz, ni voto, ni pactos; sin dios, ni santos, ni esclavos.
Lo vi remando con palos hacia unas cumbres con lagos
donde abundan los humanos despreciados, donde todo
fue quemado por los sicarios del diablo. Lo vi llorando,
vagando atado. Sin más escolta que los soldados y los
verdugos del cadalso; cansado, descalzo y despeinado.
Desesperado y nostálgico, pero sobre todo espantado
y empantanado de estorbos, pues lo alejaron de todo.
Pobre mito de hombre ilógico que atrasó un reloj
celoso y ahora no siente ni morbo. Remaba enfermo
de flujos crónicos y de alergias sin remedio. Lo vi girar
en redondo hasta que se perdió en lo oscuro entre dos
cumbres de polvo; desarmado, destrozado y pesaroso.
Lo vi perderse en lo oscuro y traspasar las barreras de
un otoño en el futuro, las fronteras que entre rejas atan
mundos; y separan a los seres que no consiguen vivir
juntos. Al exilio había llegado el marinero vagabundo,
absuelto para algunos, atrasado y extranjero para muchos.
Sin imaginarse sol nadie decide iluminarse como astro. Con
dolor, sin dinero y sin robarlo, solo queda a esperar a que el
milagro se nos manifieste consumándonos. Se fue a tentar el
estrellato de quienes viven luchando, a estallarse contra
el suelo como mango, que gotea desde un árbol deshojado.
¡Al destierro con los buenos y los malos; a allá tan lejos, sin
catalejo para ver que andaba arrando por confines, desterrado!
A pedir alto recordando, que algún día vuelva antaño y
el universo mundano de los predios que en su pasado
quedaron. A vivir en otro lado como osamos los humanos
preparados. Si faltan términos paso, pues desde lejos nos
hablamos en lenguajes literarios informados, pero arcaicos.
Al exilio vi llegar a un desgraciado romántico, a enfrentarlo
con sus sueños bien guardados. Con los ojos bien abiertos
y los parpados cegados por el faro del cadalso. Por sus
poros fango y lodo y por sus oídos asco, destilaban sus
demonios olvidando. Al exilio había llegado el temerario.
A juntarse con la diáspora, que allí lo estaba esperando, sin
voz, ni voto, ni pactos; pero libres de sus actos y no esclavos.
Picture by Ariel Arias.
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Mi nombre es Rafael Antonio Cantero Suárez, alias Tony. Nacido en la vieja Villa de Trinidad, Cuba, el 26 de junio de 1970, hijo de una maestra y un decorador, la madre razón y el padre lógica, y para más hermano de una capricornio del alma que ya me las ha perdonado todas. Por lo que hoy debo más que nunca antes… Respeto y valor para presentarme como soy, sin complejos destructivos ni delirios excesivos que me hagan morir de rabia, de envidia o de pesadillas. Y de verdad que lo siento pero nadie debería dejarse desestabilizar ni siquiera el más mínimo de los sentidos. Y en esto, si me leen, pienso que al final estaremos más o menos todos de acuerdo, y así yo lo estaré conmigo y con ustedes al mismo tiempo y en casi todos los sentidos.
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