A mi manera de ver las cosas la respuesta está en la resolución definitiva del hombre que desea mandar de no ser solamente ejecutante de la historia, o pulga como los llamamos, esclavo del purgatorio, dependientes del diablo y no sé cuántas cosas más… justamente para ganar en encanto. Porque quien busca al tigre, no siendo el, se camufla el cuerpo con un uniforme impuesto por el tigre mismo, o se lo pinta de un solo matiz uniformizado para todos, para que sus caras no se confundan entre las marcas del enemigo interno… Y en ese mismo instante la pulga también deviene tigre, pero enfermo, putrefacto, pulverizado y polvorizado en la droga de su verbo. Quien no es tigre y quiere parecerle solo termina siendo perro, pero de guardarraya, domesticado y adoctrinado… Y el caudillo deviene el Dios que habla con desenfado a sus seguidores y no permite ni siquiera que estos vengan a confesarse, ya que la adjudicación del pecado como milagro depende de la ironía de entender que no existe. Pero él les miente y les cuenta y los advierte, y los aplasta, y luego lo disimula cuando sus servicios y principios no sean más los que el pide. Sobre todo cuando le exciten un poco los nervios con picaditas imprudentes.
No hay que engañarse, así pasa con todo aquel que llega al poder, aunque no sea por adjudicación propia y haya conseguido gobernar conducido por sus seguidores y en elecciones democráticas donde prime el libre albedrío. Es tan así como tan así somos los seres vivos y como son casi todos los que gobiernan, lo han hecho o lo harán, incluso en las versiones más light del ordenamiento decente de la sociedad. Los conflictos y conveniencias conscientes construyen las influencias y dan vida a los lobby’s de poder con todo lo que en ello va implícito de malo y de bueno, de terco y de necio, de lógico y de razonable… La sociedad es heteróclita como lo es la mente humana que la crea…
El caudillo tiene encanto para los alérgicos a la felicidad y para los adeptos al martirologio populista, pero en realidad un caudillo solo es seductor cuando es candidato. Solo parece ser bueno y humano cuando sus cálculos están todavía por ver, y luego, cuando accede al poder su imagen diabólica emerge junto a sus órdenes y deviene a su turno omnipresente, impúdico e innoble. Yo no soy diferente a nadie, pero nunca me han interesado los caudillos, ni los comandantes, ni Cesar, ni Roma y toda la gloria vieja… a mí me gusta la historia pero para como al coco quitarle poco a poco su cascara, para decorticar sus características y apreciar a justa medida su consistencia interna. Y en la medida que la leo intento imaginar al extremo y de manera ficticia pero pragmática cuales son las consecuencias del acto en si mismo, después de haber sido penetrada en su núcleo consciente, y que se le vea perder poco a poco el agua y devenir pedazos de mundo dividido, como los pedazos mismos de una nuez de cocotero.
– Los caudillos no deberían existir más y punto y la palabra misma debería desde hace generaciones haber desaparecido de nuestras memorias a corto plazo.
Y hay que hacer que la gente lo entienda, pero solo lo lograremos desmitificándoles sus letras y poniendo sobre el tapete el verdadero enigma del hombre destinado a serlo, e imposibilitándolo para gobernar, inclusive y ante todo, en su propio campo. Ya que el nombre mismo y su significado etimológico aparecen como arcaicos y anárquicos a los ojos de quienes no se dejan embobinar, que son la mayoría.
Pero también esta mayoría se llama pueblo, y la dialéctica social creada por el hombre mismo para dividirse en clases el mismo y contra el mismo, no les reserva mejor parte que la de ejecutar los dictámenes de quienes le ordenen hacer. Y esto comienza en el seno etimológico de la política societaria que es la casa y termina en el seno semántico de la historia que es la patria… antes, bien entendido, pasa por su trabajo donde ya tiene un patrón injusto, por el cine donde manda el que vigila, que enciende y que apaga las luces como mejor le plazca, convirtiéndonos en dependientes de ella, también pasa por la calle donde está la policía y le pide de mostrarle su identidad perdida, por la playa donde lo observan cuando se pierde nadando al horizonte solo por hacer deporte, por la amante que lo juzga impunemente cuando le dice que no la ama, por el amigo negativo que no es más que enemigo en interno, y por la vida que lleva que solo terminará el día que muera. La esencia de la palabra pueblo no cambiará ni así le cambiemos el nombre por uno más moderno y simpático, ya que lo que no cambian son las ideas fijadas en el corazón y la mente, dadas por la necesidad de vivir en la estabilidad, de ser y de tener lo que nos merecemos y lo que a justa medida se nos pague por el trabajo realizado.
He aquí, a mi manera de ver, la fórmula mágica del Caudillo gobernante:
Alzar el tono de la voz citando bajito a la santa providencia para que esta lo oiga, diciéndose el mismo que así será y jurándoselo a ella para que venga sin polémicas, para que cuando termine de gritar sus verdaderas mentiras en un extenso discurso, quienes lo escuchen, de cerca o de lejos, también piensen que el hará lo que dijo en todas sus palabras lindas…
– ¡Yo les daré!
Pero en realidad no le importa, si no tiene nada a ofrecer… el clásico blablabá consentido…
– ¡Yo haré!
– Y no importa si lo hará con el conjunto del todo atado y entre rejas que ha ido concibiendo entre tanto, él dijo que lo haría y eso cuenta más que nada…
– Y una de las más comunes es:
– ¡NOSOTROS SOMOS, y ustedes son!
Para que al final todos nos demos cuenta que no somos más que un pueblo, al que han enredado con palabras, que en el momento dado también se sentirá como pulgas, que cuando se revuelvan e intenten pasarle la cuenta a los perros que las portan en sus patas, estos las aplastarán de un tiro por el culo, o con un dedo largo en él, que viene igual al caso.
Llegamos a la simple conclusión de que un caudillo no es más que un loco listo, y el perro en jefe de sus hordas de pulgas… pues entonces que nadie pierda más el tiempo discutiendo sobre el tema, todos sabemos lo que viene después…. el Santo Caudillo se monta en su Caballo de Troya infectado en el purgatorio y nos enferma hasta las computadoras para que más nadie hable, luego monta a otras pulgas esclavas a caballo; y se va con los perros infectados, que le quedan, a combatir a los ciervos desarmados que lo esperan por los prados secos y llenos de estiércol del país que ha creado.
En nuestras susodichas sociedades modernas estos términos solo deberían quedar como reminiscencia de todo ese largo pasado existido y pasado por el hombre a entender y a entenderse con el mismo y con sus allegados… Reitero a mí los caudillos no me interesan, ni siquiera Jesús Cristo me interesa como líder, ya que no supo defender su proyecto y prefirió legarnos (al pueblo creyente que somos todos aunque no seamos religiosos) la santa teoría del llanto eterno, como fin y conclusión drástica de las historias vividas que ya han muerto, o se están muriendo a pedacitos de vida. Pudiendo haber dicho a quienes lo seguían, libérenme que detrás de un monte de olivos no se lucha, vámonos todos a batirnos por el desierto, y olvídense de la arena y de las noches oscuras por un tiempo, que Jerusalén bien vale una misa, por lo que si es por aquí que debe comenzar la historia moderna, pues volveremos a hacerla si es preciso. Libérenme y yo los voy a guiar hasta donde quieran, y perdónenme si algún día mi cielo se cubre de negro por culpa de la ignominia persistente, inherente a la vida entre muchos, así como del efecto devastador del intelecto imperfecto que todos también tenemos…
Yo creo en Mandela, en Gorbachov, en Luther King, en el Dalai Lama, en Madre Teresa de Calcuta, en Barack Obama, en nuestro José Martí y en nuestro Antonio Maceo… y ya hasta creo en Freud por haber intentado pensar en lo positivo que encierra lo negativo, y haber querido probarlo descifrando la locura. Y no me negarán que todos no hubieran podido ser caudillos, inclusive ustedes mismos que me leen, si se lo hubieran propuesto… pero en fin, a cada cual su historia.
Los caudillos no sirvieron nunca, ni sirven hoy, ni servirán para algo en el futuro, a no ser que sea para recodar esos vestigios anacrónicos de la existencia humana que hoy en día todavía persisten, ya que el empecinamiento temerario y obtuso del hombre todavía les da cabida en el seno de nuestras sociedades.
Pero hay que saber mirarlos para descubrirlos y desmitificarlos al avance y no juzgarlos antes de que hayan hecho ya que nada se sabe. El hombre es hombre hoy y mañana puede ser perro, caballo o pulga… buen soldado o lacayo del purgatorio. Hay que cuidarse del hombre político y no darle poderes ilimitados que le permitan gobernarnos indecentemente y una vez electos no les deberíamos permitir hacer lo que les dé la gana con nosotros, el pueblo. No hay manera de saber quién es quién en política, ya que si bien todo puede ser más o menos medido, la envergadura del pensamiento humano no puede ser delimitada ni siquiera con esos desenfadados e ilusos test de inteligencia que occidente ha creado para lavarnos aún más el cerebro, para discriminarnos y hacernos obedecer a los cánones sociales creados, ya no por el pueblo, pero por quienes todo se lo inventan para gobernarnos, fuerza y el miedo incluidos. No hay que interesarse tanto al Rey como ha de hacerse con su Servidumbre, ya que no es el quien decide hacerlo todo, como es lógico.
Ya que a él ni siquiera lo vemos merodeando por el Bosque de los Olivos para besarle la mano al Cristo y pedirle que mejore las condiciones de vida y salud de sus compatriotas pobres, para pedirle que se acaben los concursos de conveniencias e influencias diferentes que reinan igual que el en el seno de su partido de estiércol podrido. Entiendo como estúpido fijarse solo en la figura de quien divide, en vez de convencer a los ya divididos de la mala fe de sus actos y de la necesidad imperante de sacarlo del juego lo más rápido que se pueda. No hay que darle alas al tigre a sabiendas de que nunca las tendrá dado su naturaleza propia. ¡El Rey es un herético! Pero la Servidumbre no es más que un puñado millonario de ciervos que se pasan la vida rezando y pidiendo lo imposible. Pensando solamente a lo que les dijo el Rey que serían, pero que en definitivas cuentas nunca les dejó ser… y sin analizarlo previamente en todas sus letras. Es el pueblo quien reza por sus problemas ya que un hombre solo no inventa purgas, ni las arma dentro de la jungla para luego soltar sus pinzas a picar por el asfalto. Un hombre malo secundado por sus acólitos hace del paraíso un purgatorio en diez minutos de vida.
Para hablar claro, hay que seguir siempre a los líderes, y hay que unirse sin escatimar esfuerzos detrás de ellos, sobre todo detrás de los buenos líderes, de los que nos aporten proyectos positivos que nos conduzcan al triunfo y de los que aboguen por la unidad estructurada de la lucha. Hay que seguirlos y hacerlos gozar de esa confianza que el pueblo les manifiesta, pero solo mientras este líder sea como dije anteriormente, positivo. Y solo cuando este líder nos gobierne como se debe y no que gobierne para él, en todo solo poderoso, venido como el Mesías desde las nubes a encantarnos con sus falsas letras de nobleza adjudicadas en primera persona y por el mismo… cuando sea así, hasta el antiguo caudillo merecerá nuestro respeto y será visto como un Rey bueno. Pero antes hay que desmitificar con creces a todo aquel hombre que encierre el porvenir de la historia en el avenir desconocido de su vida.
De la misma manera en que todos podemos en un momento dado actuar mal y con ello manchar con el color del error todo lo bueno que hayamos hecho en nuestras vidas, también hay que saber que aquí nadie es imprescindible, sobre todo ya nadie lo es para gobernar. Y hay que llamarse al compromiso colectivo, humano y modesto, sin creernos que somos antes de haber sido, sin creer que hemos dado antes de recibir las gracias, sin decirnos que hemos llegado cuando la meta no está aún a nuestro alcance, sin decir triunfalmente que hemos ganado la batalla contra la sequía cuando todavía la mitad del rio este seco.
Ese tipo de capacidades de las que hablo solo las tienen los hombres clarividentes, lucidos y honestos y la vemos puestas en evidencia no solo en sus CV, sino que también con su conducta diaria, incluso en el más íntimo y anónimo y peor de sus días. Solo gente así merecen la oportunidad de gobernarnos. Ya que el poder humano no fue creado para ser eterno, porque querámoslo o no, creámoslo o no, vida solo tenemos una y a ella nos debemos si no queremos vivirla en vano. Y lucha se libra una sola, esa en la cual podemos legar nuestro ejemplo con la muerte y no nos importa, ya que los nuestros vencieron, o sin duda alguna lo harán. O si no, pregúntense a que les sirve el tener que luchar toda la vida contra nuestras vidas y por nuestros principios mismos sin ganar ni un ápice de lo soñado.
De qué sirve ser mártir si el primero de nuestra era es el menos respetado, incluso por sus propios seguidores. Contra lo muerto hace falta la fuerza viva del ejemplo del hombre empeñado y no los aspectos negativos del cambio que de antemano conocemos. Y contra los caudillos, para vencerlos, no existe otra forma de lucha que no sea la desobediencia consciente.
La lucha por el concepto que sea, es tan fatigante como saberse sufriendo por algo que no tenemos, o muriendo por una septicemia galopante que nos lleve en diez minutos la vida, llevados para contraste a la escala medida de toda ella… La única lucha que dura toda la vida es la de la propia vida y esa les ruego a todos de administrarla lo mejor posible para que no tengan que levantarse todos los días drogados por causa del servilismo a una idea que no tiene fin, ni proyecto concreto, ni directivas responsables, ni más allá razonable aunque solo sea soñado. Para luchar, vuelvo y repito, háganlo como hacen con vuestros hijos, enseñen todos los días lo aprendido y aprendan con ellos el derecho a organizar la idea, analizándola, depurándola y convirtiéndola en proyecto unido y único… Esta es la única opción posible para quien busca el triunfo. La lucha política no debería ser así de ligera como queremos llevarla, ya que imagino que nadie querría pasarse la vida encendido entre plegarias y bombas; yo, prefiero la luz de una vela que me permita escribir sobre una mesa vieja a la sombra de mis antiguas penas que ya no tengo, a tener que morderme el corazón invadido diariamente por la gloria, y tener que vivir en la deshonra de no sentirme libre cada vez que me despierto.
Los caudillos no son más que niños tontos que todavía cuando grandes juegan a romper los juguetes regalados. A mí nunca me han enamorado ni una pulgada de dedo gordo, al no ser que haya sido para analizarles sus personalidades tan ambiguas y contrastantes, poniéndolos de antemano delante del principio humano de la primitividad del sentimiento bueno. Y luego delante de la imagen diáfana del ejecutante crónico que no se cree importante. Delante de la imagen idílica de un niño que pide a su padre un rompecabezas para sentarse concentrado y entre ruidos de conversaciones a construirlo y a construirse. Delante de los pueblos héroes que han expulsado a sus caudillos de su propia casa mientras la suya se alimenta de pensamientos cuerdos, ya que no se han dejado lavar el cerebro; por lo cual se llaman pueblos libres…
Tony Cantero Suárez – El Idílico Existencialista – Los Susurros de Cantero – Copyright 2015
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